lunes, febrero 26, 2007

Esa frontera que separa el bien del mal


Por: Mariano Cabrero

(sábado 24 de febrero de 2007)


Ahora el turno le toca a la televisión: “nuestra caja tonta”. Este simpático aparato nos aprisiona. Es el medio de comunicación que llega a alcanzar mayor difusión, y lo ve casi todo el mundo. Ver y oír: he aquí el milagro. Os confieso, y con sinceridad, que muchos de los programas emitidos hoy por hoy llegan a dormirme. La “tele” acarrea ventajas y desventajas, pero nosotros debemos controlar este aparato maravilloso. Y, sin embargo, la televisión ejerce sobre nosotros un poder colosal, quizá como dice /Karl_Popper (filósofo): “el más importante”. Un piensa que ella haya sustituido a la voz de Dios–el Dios de todas las religiones–, y que tres plagas se ciernen sobre la “caja de las sorpresas”: violencia, sexo y sensacionalismo. Y por este orden, ocurriendo a cualquier hora del día o de la noche, pues no podemos negar que nuestros menores se han convertido en protagonistas de acciones violentas, visionando películas –con escenas–atisbadas de sexo y violencia. Violencia engendra violencia. La polémica mundial hacia la pornografía–que no hacia el erotismo–, ha girado siempre en torno a todo aquello que induce al crimen, al delito sexual, a la conducta antisocial de la persona...

Y dado que la violencia engendra violencia, y es el plato de cada día en televisión, hemos de desterrarla –en la medida de lo posible–dentro de nuestra “pequeña pantalla”, dentro de los campos de fútbol, dentro de nuestro trabajo... dentro de nuestra cotidiana vida. Porque /Ashley_Montagu –antropólogo--, señaló: “Aprender a hablar cuesta muchos meses. Aprender a amar puede costar años. Ningún ser humano nace con impulsos hostiles o violentos, y nadie se vuelve hostil o violento sin tomarse el tiempo necesario para aprenderlo”. Nuestra cotidiana vida, hoy en día, es una amplia escuela de violencia, que hemos de digerir para no sembrar semillas de violencia.

Debe haber permisividad hacia la conducta humana, hacia el cine, televisión, pero hasta esa frontera que separa el bien del mal. Vaclav Havel (político y dramaturgo) dejó escrito: “La tolerancia empieza a ser una debilidad cuando el hombre comienza a tolerar cosas intolerables, cuando empieza a tolerar el mal”. “Desgraciadamente no hay computador ni matemático que pueda fijar la frontera (...)”.

La televisión es un medio de comunicación de masas en el ámbito mundial, y en prácticamente en todos los hogares existen, hoy por hoy, dos o tres aparatos. Se comenta, se habla, se discute de... todo lo visto en diferentes programas, sean éstos de más o menos trascendencia. (Dentro del mundo televisivo crecen día a día los culebrones, telecomedias, informaciones del corazón–prensa rosa–, habiéndose sustituido el género rosa por el negro. Y así, sin duda, se llevan los temas relacionados con la vida privada de las personas al terreno público. Todo esto acompañado y gratificado con miles de euros, tras relatar mentiras sobre mentiras que hacen que los protagonistas terminen sus cuitas y enfrentamientos ante los tribunales de justicia: injurias, calumnias, agresiones personales, etcétera.)

La televisión se nutre de modas. De la fiebre por los culebrones y concursos se pasa a la pasión por la tele comedias de producción nacional y el fútbol. Así, el auge que está tomando la información del corazón, que puede enmarcarse en un cambio en las tendencias, en la programación, en estrategias de imitación y competencia, teniendo en cuenta la fragmentación de audiencias. En este sentido, a primera vista, el género rosa sustituyó al negro. Los programas de sucesos fueron cediendo protagonismo–en las rejillas de programación–, a estos otros más alegres y con mejor prensa–programas de “prensa rosa”–llenos de matices y palabras denostadas (por injuriosas).

Y es que, sin duda, variopinta es la gente que visiona televisión a diario: directores de banco, profesores universitarios, magistrados, militares, sacerdotes, obreros, niños, niñas... Y aunque la “tele” está fatalmente dirigida en cuanto a programas y sus contenidos–la pública y la privada–, es nuestra cultura del día a día, es nuestra conversación en la mesa, es nuestra droga silenciosa que siempre ahoga comentarios y dialogados que debían ser propios de cualquier ente familiar. ¡Esto es una tremenda desgracia!

No me cabe duda alguna de que, este electrodoméstico que abre nuestros ojos para ver el mundo entero y sus miserias, es ciencia infusa para muchos–es saber que no se adquiere con el estudio–, lo que puede conducir a errores y conclusiones no fidedignas, donde la ciencia-ficción juega un papel importante. Pues todos sabemos cómo se crean “teleadictos”, que dedican horas y horas a visionar cualquiera cosa que salga por la pantalla, y así evadirse de un mundo real, difícil y problemático en el que estamos inmersos. “¡Callad! –dice mi hija–, que van a hablar de ‘La Pantoja’, y esto es importante...”. Nadie sabe el por qué, pero todos los que estamos sentados a la mesa hemos de callar...

Sí he de comprender, y como medio unidireccional, que sirve para desarrollar una labor informativa (noticias) y una cultural (programas). Estudios hechos al respecto apuntan que los niños/as americanos ven televisión 40 horas semanales, provocándose una dependencia hacia ella y haciendo que la misma sea “uno más” de la familia.

No obstante, uno entiende que cada uno es dueño de encender el televisor cuando le venga en gana, y no pretendo descalificar los gustos de nadie, pues hay gente que disfruta viendo “Gran Hermano”–yo no, desde luego–, con personas vinculadas al mismo: Genma, Greta, Javier, Kiko..., y otros lo pasan bien admirando fútbol a todas las horas del Señor. Pero–entendamos–, y vuelvo a insistir, que la “tele” crea dependencia y, por tanto, sustituye el juego de los pequeños, el cual es necesario para el desarrollo de su imaginación.

Por último, la manipulación e intervención de los gobiernos de turno, y en los medios audiovisuales, es evidente. De esta manera manejan a los hombres/mujeres a su antojo, llevando a cabo unos auténticos “lavados de cerebros”, que maniobran sus pensamientos en contra de sus deseos personales, y les llevan–nos llevan, porque me incluyo yo en este comportamiento–, a intervenir y modificar directamente el conocimiento proporcionado por el inconsciente que todos llevamos dentro: de esta manera nos modifican nuestros comportamientos, y nos hacen pensar a su manera.

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* Mariano Cabrero Barcena es escritor.

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