Comparto con ustedes este artículo interesante sobre los nuevos modelos de participación y de negocio que están derivando del uso de la web 2.0
La investigación 'crowdsourcing' reabre el debate de la explotación laboral
Por: R. BOSCO / S. CALDANA 11/01/2007
Grandes corporaciones, pequeñas empresas e incluso prestigiosas instituciones utilizan la red para exponer públicamente sus líneas de investigación y ofrecer recompensas a quienes encuentren sus soluciones
Si usted ya se había aprendido lo que era un e-mail y un podcast; la diferencia entre un spammer y un blogger; o entre un copyright y un copyleft, la palabra para 2007 es crowdsourcing.
Grandes corporaciones, pequeñas empresas e incluso prestigiosas instituciones utilizan la red para exponer públicamente sus líneas de investigación y ofrecer recompensas a quienes encuentren sus soluciones
Si usted ya se había aprendido lo que era un e-mail y un podcast; la diferencia entre un spammer y un blogger; o entre un copyright y un copyleft, la palabra para 2007 es crowdsourcing.
El crowdsourcing es una práctica más de la Web 2.0, es decir, la web social, basada en la inteligencia colectiva y en el protagonismo del público, que ya no sólo mira, sino que pone los contenidos. Ejemplos ya clásicos son la enciclopedia Wikipedia o el sitio de vídeos YouTube.
Si crowdsourcing indica participación, también muestra un parentesco con otra palabra ya familiar (aunque costó), outsourcing, encargo de trabajo de una empresa pero fuera de ella, buscando un menor coste.
El crowdsourcing -término acuñado por el escritor Jeff Howe y el editor de la revista Wired, Mark Robinson- consiste en externalizar el trabajo, sobre todo intelectual, a través de Internet, es decir, utilizar el potencial de los millones de cerebros que están conectados a la Red.
Bajo el lema compartir, difundir y participar, el crowdsourcing hace posibles proyectos como la enciclopedia libre Wikipedia y genera una nueva forma de relación laboral y de polémica.
Tanto grandes corporaciones como pequeñas empresas e incluso prestigiosas instituciones como el MIT (Massachussets Institute of Technology), recurren cada vez con mayor frecuencia a esta práctica, para abaratar los costes de sus departamentos de investigación y desarrollo, apoyándose en una red de anónimos solucionadores de problemas, que se articula a través de concurridas páginas web.
La más famosa en el ámbito científico es InnoCentive, fundada por la farmacéutica Lilly. En esa página se exponen públicamente los problemas en busca de solución, o las líneas de investigación de multinacionales como Procter & Gamble, Ciba, Boeing y Nestlé Purina. De esta forma se intenta captar el interés de cerebros perdidos o aburridos que circulan por Internet.
Los desafíos, así los denominan, se dividen en dos categorías (química y biología). La remuneración oscila entre los 15.000 y los 60.000 dólares, aunque hay ofertas excepcionales, como la de un millón por crear un marcador biológico para medir la progresión de la enfermedad en la esclerosis lateral amiotrófica.
Empresas de otros ámbitos han utilizado el crowdsourcing para sustituir las propuestas de personal especializado con las de sus propios usuarios. Es el caso de la juguetera Lego, que ha lanzado una convocatoria para crear su próxima generación de productos robóticos, y de marcas como Sony, MasterCard, Converse y Chevrolet que han basado sus campañas publicitarias en anuncios concebidos por el público que visita sus páginas en Internet.
Para seguir el desarrollo de este fenómeno y analizar sus implicaciones económicas y sociales, el escritor Jeff Howe, padre del término, ha abierto Crowdsourcing, traking the raise of the amateur, una especie de observatorio en forma de blog que aglutina los proyectos más diversos basados en esta práctica.
"Es el negocio redondo. Para las empresas no podría haber menos riesgos y más rentabilidad", explica Francisco Parra Ruiz, un químico almeriense afincado en Madrid que ya ha ganado dos desafíos de InnoCentive.
"En la mayoría de los casos", explica Parra Ruiz, "responden a la convocatoria universitarios e investigadores en paro, que se apuntan a cualquiera de las dos modalidades: concebir una idea o desarrollarla, la primera es la más concurrida porque un desarrollo puede durar meses y requiere muchos medios económicos y tecnológicos".
Parra, de 38 años de edad, ganó su primer desafío en el año 2003 con una idea muy específica para la transformación de parafina. La idea le aportó 2.000 dólares. Su segundo premio Innocentive fue en julio de 2006, gracias a un plástico resistente a altas temperaturas para la industria aeroespacial. En esta ocasión la ganancia fue de 15.000 dólares.
"En el primer desafío participaban 80.000 personas", recuerda Parra, quien también fue finalista en 2004 con un plástico biodegradable. En ese caso el concurso se declaró desierto, porque ninguno de los proyectos cumplía las expectativas.
"En mi caso, al principio participé para hacer currículo, pero luego se convirtió en un reto personal. La recompensa no es alta en relación al trabajo y menos en relación al ahorro y la ganancia que, para la empresa, supone este sistema", advierte Parra.
NineSigma, YourEncore y Yet2 son otras de las páginas que articulan redes de solucionadores de problemas altamente cualificados.
Premiado y despedido
Lo del currículo tampoco le aportó a Parra Ruiz lo que pensaba. "No vale para nada, y tampoco favorece la introducción en el ámbito laboral, de hecho a mí me despidieron", explica este almeriense que trabajaba como químico en una empresa de Madrid cuando ganó el concurso.
"Todo el trabajo se desarrolla a través de e-mails y videoconferencias. No sabes para qué empresa trabajas, ni en qué proyecto se enmarca la solución que propones, tienes que firmar un contrato de confidencialidad y sólo tratas con los intermediarios de InnoCentive. Tal y como lo tienen montado sólo les reporta publicidad a ellos", añade Parra, quien piensa dejar la investigación para dedicarse a la propiedad industrial como técnico de patentes.
Si crowdsourcing indica participación, también muestra un parentesco con otra palabra ya familiar (aunque costó), outsourcing, encargo de trabajo de una empresa pero fuera de ella, buscando un menor coste.
El crowdsourcing -término acuñado por el escritor Jeff Howe y el editor de la revista Wired, Mark Robinson- consiste en externalizar el trabajo, sobre todo intelectual, a través de Internet, es decir, utilizar el potencial de los millones de cerebros que están conectados a la Red.
Bajo el lema compartir, difundir y participar, el crowdsourcing hace posibles proyectos como la enciclopedia libre Wikipedia y genera una nueva forma de relación laboral y de polémica.
Tanto grandes corporaciones como pequeñas empresas e incluso prestigiosas instituciones como el MIT (Massachussets Institute of Technology), recurren cada vez con mayor frecuencia a esta práctica, para abaratar los costes de sus departamentos de investigación y desarrollo, apoyándose en una red de anónimos solucionadores de problemas, que se articula a través de concurridas páginas web.
La más famosa en el ámbito científico es InnoCentive, fundada por la farmacéutica Lilly. En esa página se exponen públicamente los problemas en busca de solución, o las líneas de investigación de multinacionales como Procter & Gamble, Ciba, Boeing y Nestlé Purina. De esta forma se intenta captar el interés de cerebros perdidos o aburridos que circulan por Internet.
Los desafíos, así los denominan, se dividen en dos categorías (química y biología). La remuneración oscila entre los 15.000 y los 60.000 dólares, aunque hay ofertas excepcionales, como la de un millón por crear un marcador biológico para medir la progresión de la enfermedad en la esclerosis lateral amiotrófica.
Empresas de otros ámbitos han utilizado el crowdsourcing para sustituir las propuestas de personal especializado con las de sus propios usuarios. Es el caso de la juguetera Lego, que ha lanzado una convocatoria para crear su próxima generación de productos robóticos, y de marcas como Sony, MasterCard, Converse y Chevrolet que han basado sus campañas publicitarias en anuncios concebidos por el público que visita sus páginas en Internet.
Para seguir el desarrollo de este fenómeno y analizar sus implicaciones económicas y sociales, el escritor Jeff Howe, padre del término, ha abierto Crowdsourcing, traking the raise of the amateur, una especie de observatorio en forma de blog que aglutina los proyectos más diversos basados en esta práctica.
"Es el negocio redondo. Para las empresas no podría haber menos riesgos y más rentabilidad", explica Francisco Parra Ruiz, un químico almeriense afincado en Madrid que ya ha ganado dos desafíos de InnoCentive.
"En la mayoría de los casos", explica Parra Ruiz, "responden a la convocatoria universitarios e investigadores en paro, que se apuntan a cualquiera de las dos modalidades: concebir una idea o desarrollarla, la primera es la más concurrida porque un desarrollo puede durar meses y requiere muchos medios económicos y tecnológicos".
Parra, de 38 años de edad, ganó su primer desafío en el año 2003 con una idea muy específica para la transformación de parafina. La idea le aportó 2.000 dólares. Su segundo premio Innocentive fue en julio de 2006, gracias a un plástico resistente a altas temperaturas para la industria aeroespacial. En esta ocasión la ganancia fue de 15.000 dólares.
"En el primer desafío participaban 80.000 personas", recuerda Parra, quien también fue finalista en 2004 con un plástico biodegradable. En ese caso el concurso se declaró desierto, porque ninguno de los proyectos cumplía las expectativas.
"En mi caso, al principio participé para hacer currículo, pero luego se convirtió en un reto personal. La recompensa no es alta en relación al trabajo y menos en relación al ahorro y la ganancia que, para la empresa, supone este sistema", advierte Parra.
NineSigma, YourEncore y Yet2 son otras de las páginas que articulan redes de solucionadores de problemas altamente cualificados.
Premiado y despedido
Lo del currículo tampoco le aportó a Parra Ruiz lo que pensaba. "No vale para nada, y tampoco favorece la introducción en el ámbito laboral, de hecho a mí me despidieron", explica este almeriense que trabajaba como químico en una empresa de Madrid cuando ganó el concurso.
"Todo el trabajo se desarrolla a través de e-mails y videoconferencias. No sabes para qué empresa trabajas, ni en qué proyecto se enmarca la solución que propones, tienes que firmar un contrato de confidencialidad y sólo tratas con los intermediarios de InnoCentive. Tal y como lo tienen montado sólo les reporta publicidad a ellos", añade Parra, quien piensa dejar la investigación para dedicarse a la propiedad industrial como técnico de patentes.
CROWDSOURCING: www.crowdsourcing.com
INNOCENTIVE: www.innocentive.com
NINESIGMA: www.ninesigma.net/
YOUR ENCORE: www.yourencore.com
YET2: www.yet2.com
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